El mundo es extraño.
Los hombres somos complicados y juntos creamos lugares excéntricos como el
japonés "bosque de la muerte",donde los suicidas y sus fantasmas
tienen tanta fama como los propios árboles centenarios que habitan el antiguo
"Mar de árboles", el AOKIGAHARA.
Dejarme contaros una
historia, sólo que no es fantástica, sino real. Un relato verídico que habla de
un kilómetro de frondoso verde donde los cuerpos de suicidas se apilan en distintos
estados de descomposición. Una leyenda auténtica que supera con creces la
imaginativa de los guionistas de las películas gore más cruentas. Una narración
que sin duda, con un poco de curiosidad que pongáis de vuestra parte, después
de leer estas líneas iréis a comprobar por vosotros mismos, porque seguramente
os costará asimilar que algo así sea cierto...pero lo es.Cuando me puse en contacto las primeras veces con los colegas investigadores de misterios nipones andaba buscando referencias de casos ovni y de fenómenos extraños, de eso hace una década, y no me defraudaron. En Asia el sabor de la leyenda y su convivencia con la muerte, su personal forma de filosofar sobre lo visible y lo intangible hace que se preste mucho interés a cualquier suceso que se catalogue como anómalo.
Los casos documentados ovnis más arcaicos son de esas tierras y de China. Sus dioses venidos de los cielos, sus pirámides, sus fantasmas conviven con una cultura que va en la cabeza tecnológica del mundo. Y el punto es que no tienen la problemática occidental para aceptar este tipo de eventos singulares, simplemente lo admiten como parte de su paso por esta existencia.
Si alguien mira
cualquier folleto turístico de Japón lo primero que van a ver es el Fujiyama.
Hermoso y helado, de ladera calmada y brillo espectacular, emblema natural del
país. En su vientre cónico yace el recuerdo dormido de un volcán que rugió con
bravura no hace mucho. Es la musa de los artistas del país, modelo de todos los
pintores desde hace milenios. El Fuji regio y misterioso está diseminado en
esencia por todas las obras literarias como referente legendario de amores
imposibles, hogar de dioses y criaturas monstruosas, pero sobre todo ha quedado
en el recuerdo de los nipones como lugar iniciático de los samuráis.
Desde su último
suspiro de fuego y ceniza en 1707 las capas de superstición, creencia y
misticismo se le han venido poniendo encima mientras su propia forma cambiaba
haciendo que del coloso Fuji surgiera un cráter hijo, que erigiéndose desde sus
profundas vísceras han dado lugar a su segundo pico.
Los Fantasmas habitan en el Fuji desde
tiempos inmemoriales, las luces esféricas que de él salían dando vueltas por su
cumbre y siendo vistas desde Tokio lo decidieron como lugar de encuentro con lo
divino y lo extraterrestre. Dicen que su cráter es una puerta dimensional que
se comunica con ciudades subterráneas donde moran criaturas que huyen de la luz
solar externa.Por sus laderas caminaron y cabalgaron los samuráis, la élite militar del antiguo Imperio del Sol Naciente, preparando su espíritu y su cuerpo de guerreros místicos. Y allí eran donde luchaban con sus demonios y su humanidad para salir trasformados en guardianes invencibles. Los dioses los vigilaban y en ocasiones participaban en sus enseñanzas o les ponían retos físico-mentales. Su nombre Fu (Riqueza), JI (Samurai), San Montaña será siempre con sus 3.776 metros la meta de ascenso para los iniciados como para los escaladores más atrevidos de todo el orbe terrestre.
Pero hoy nuestro
viaje turístico por lo paranormal nos lleva no a su pico, si no a su ladera.
Junto Al FUJISAN, donde gobierna el sosiego y la reflexión en un Japón de
contrastes que se agita nervioso cada día hay un lugar intermedio, un paso de
nadie. Un bosque frondoso húmedo y salvaje el AOKIGAHARA. La Muerte Antigua del
héroe versus la Muerte Nueva del inadaptado.
Aún quedan ecos de
espadas y cascos de caballo en galope de los samuráis dentro del AOKIGAHARA, algún
resto arqueológico que documenta fiablemente que este era su reino de
conocimiento e inspiración. La leyenda decía que el bosque daba honor al que
moría en su vientre, pero se refería a una cosa diferente a lo que está sucediendo
con los actuales suicidas. A ellos se les pone carteles que rezan "Si te
adentras en el bosque recuerda a tu familia, hijos, esposa...padre no te
quites la vida".
Pero el suicidio al
contrario que en Occidente donde está determinado como una práctica deshonesta
en Japón fue extendida como una restitución del honor. El “harakiri” o suicidio
samurái (abrirse el vientre) era una práctica ritual en la que el inmolado se
destripaba así mismo comenzando por el abdomen lado izquierdo y llegando al
derecho en forma ascendente. Sólo la practicaban al principio los nobles. En
general para evitar ser capturados por los enemigos logrando una victoria
póstuma. Más tarde los micados o
emperadores la usaban para quitarse de en medio a nobles. Un comunicado y una
rica daga ritual era enviada solicitando la muerte al noble, porque resultaba
esencial para el imperio. Los sirvientes o
seguidores podían acompañarlos inmolándose a su vez. Pero hoy la práctica se ha
extendido tanto, así como el suicidio que está llegando a ser estudiado como un
mal psicopatológico endémico de Japón. Y que sobre todo afecta a sus
adolescentes barones.
Y allí estaba el
bosque esperando con sus abrazos milenarios a los desafortunados desambiguados
e inadaptados, a los que frustrados por una vida anodina y competitiva no
querían o no podían seguir entre los vivos. Árboles de gran envergadura,
plantas trepadoras sigilosas, tierra húmeda como el vientre materno protector,
animales salvajes que no intentan convencer al suicida que rehuya a sus intenciones
autolesivas...y según la leyenda también están allí los monstruos vampiros, los
robadores de alma, los seres mitológicos que nublan el pensamiento.
Ya en tiempo de los
samuráis Tokio y todo Japón tenían su propio panteón de míticos seres.
Divididos en dos bloques: el primero, los Obake o que están en proceso de
transformación y en ellos encontramos a las almas en pena (Yurei) y los Yokai,
monstruos con poderes sobrenaturales, los Oni a caballo del cielo y el infierno
atrapados en la Tierra, los Henge animales mutantes que pueden parecer humanos
y cohabitar con ellos. Y en este bosque de AOKIGAHARA parecen predominar supersticiones
de dos muy particulares: los Henge y los Yurei.
Algunos japoneses
vienen contando desde hace siglos que tras pasar algunas noches en el bosque,
por necesidad o por motivos iniciáticos, el bosque se convierte así meramenteen
la circunstacia coincidente de todos ellos. Es triste leer noticias japonesas
donde se recogen los casos del bosque AOKIGAHARA, donde excursionistas con picos
y palas en vez de apartar flora abren, sin querer, boquetes en cuerpos
semienterrados entre el musgo. Muchos hablan de fantasmas verdes (que se
explicarían por chispas detonantes del fósforo de los huesos humanos). Una
espeluznante bienvenida para los incautos que sin conocer el terrorifico lema
del lugar se adentren en el espeluznante espesor verde...

Magnificas sus dos
cuevas la de Hielo y la del Viento, en esta última donde se oyen voces humanas
de seres no visibles que cantan antiguas canciones japonesas de cuna o gritos
de guerra de viejas familias que ya están casi extintas. Voces que, en
ocasiones, se acomplan generándose el espejismo auditivo o la confusión sonora
de estar oyendo auténticos coros (ecofonías, ruidos de la naturaleza curiosos o
mimofonías, imitaciones de sonidos que parecen otros).
Hay quienes resaltan
que del lugar emana una extraña energía perturbadora de la cordura y de los
biorritmos de los visitantes. Muchos excursionistas "crónicos del
lugar", como los voluntarios que recogen los cadáveres de los
desafortunados suicidas, han visto mermadas sus facultades cognictivas o han
sido curiosamente dañados por manos invisibles (¿?). Es cierto que el lugar
posee un gran núcleo de depósitos de hierro, motivo por el cual con aparatos
sensibles se puede captar esta presencia masiva del metal. Pero es incierto la
leyenda de algunos paracientíficos nipones que hablaban de que los GPS y las
brújulas se desorientan. Respecto a que los aparatos electromagneticos se
estropean podría ser que si, pero las explicaciones pueden ser por el propio
geomagnetismo del lugar y sólo suceder en metros muy concretos de bosque no en
todo el Fuji.
El kilómetro de naturaleza muerta...
No hace falta
adentrarse mucho en el frondoso AOKIGAHARA para darse de bruces con el tétrico
panorama de suicidas. En cualquier estadio, desde el que aún vivo está
preparando su soga hasta aquel que ha pasado desapercibido para los
"limpiadores de cuerpos voluntarios", que barren la zona para buscar
despojos de lo que antes fueron seres vivos con vida y familia. Es curioso, sin
embargo, que los que se adentran al verde lugar buscando la muerte oscura
voluntaria nunca penentran más de un kilómetro. Lo que indica que en cierta
manera no quieren preocupar a sus familiares dándolos por deaparecidos, si les
dan el luto, pero quieren ser encontrados llorados e incinerados.
Los japoneses son una
sociedad muy especial y arcana, llena de contrastes que dificilmente podríamos
entender en Occidente. Sus propias relaciones interpersonales distan mucho de
ser como las imaginamos. Un patriarcado serio y milenario ejerce su poder a
veces para el bien cultural y otras para el mal social. Los japoneses, aún así,
se han abierto como país y se han posicionado entre las primeras potencias del
mundo. La lucha por el triunfo (competitividad) y la poco trabajada felicidad
individual (psicología emocional) y la falta de relaciones termina siendo un
grosso problema para una juventud que se desanima en un rápido mundo que se
transforma sin darles tiempo a encontrar su papel personal en el gran
engranaje. Afortunadamente no es para todos, pues también depende del carácter
y la personalidad del individuo, pero los jóvenes son el sector más débil y más
afectado por el suicidio.
Entre los de edad
adulta el problema es aceptar un fracaso emocional o económico (vergüenza y
deshonor). El consumismo convive con la tradición en un terreno que no deja de
ser una isla azotada en continuo por seísmos de gran envergadura que también
podrían estar afectando a los seres que lo habitan de una manera que todavía
desconocemos en medicina. La muerte es aceptada por cultura como una salida
limpia a otra realidad más gratificante, lo que mal asimilado ha convencido a
unos jóvenes frustrados a suicidarse, a veces en colectivo y a unos adultos a
huir a otros lugares invisibles más cercanos al paraíso individual.
Los especialistas en
psiquiatria y psicologia nipones e intrenacionales confirman que los suicidas
eligen lugares como el bosque fantama porque así no le provocan a sus familiares
unas dispensas económicas que, en muchos casos, no se pueden permitar. Y es que
en Japón, las familias de los suicidas deben de pagar y correr con los gastos
de rehabilitación de los lugares públicos dañados por el difunto.
Nuevos Fantasmas. Los
Yurei del Bosque Maldito de AOKIGAHARA
Si antes no los hubieran y los testimonios de los seres del bosque cercano al Fuji hubieran sido una creación de la fantasia popular, lo que no cabe duda, es que ahora los hay. Residuos de las nuevas almas que llevan allí para abandonar sus envoltorios de carne y huír con sus almas a mejores lugares, porque no han tenido fuerzas o ganas de luchar en esta. Los “recoge-cuerpos” voluntarios afirman que sus aullidos y voces de dolor surgen en la noche, por eso no hacen turnos una vez caida la luz del día. Temerosos de encontrarse con las almas en pena que en su trauma vital sienten soledad o están arrepentidos de haberse quitado la vida y parecen querer compañía.
Los voluntarios
confirman con sus latidos acelerados de corazón asustado que allí hay
presencias, que se notan, que se sienten y, a veces les tocan. Así lo han
confirmado para varios medios de comunicación que han registrado el curioso
caso del “bosque de los suicidas”.
No sabemos si serán
reales, si lo fueron o terminarán siendo generados por los curiosos e
investigadors que se acercan allí para contactar en sesiones espiritas con
estas almas presuntamente errantes, pero no tenemos duda de que estos
voluntarios merecen nuestro respto dedicandose a dar paz , al menos a los
cuerpos que sus dueños abandonaron entre los ramales y piedras del lúgubre
enclave en las inmediaciones del Fujiyama…