jueves, 10 de noviembre de 2011

El Maldito Bosque de los Suicidas

Por: Marisol Roldán


    El mundo es extraño. Los hombres somos complicados y juntos creamos lugares excéntricos como el japonés "bosque de la muerte",donde los suicidas y sus fantasmas tienen tanta fama como los propios árboles centenarios que habitan el antiguo "Mar de árboles", el AOKIGAHARA.
    Dejarme contaros una historia, sólo que no es fantástica, sino real. Un relato verídico que habla de un kilómetro de frondoso verde donde los cuerpos de suicidas se apilan en distintos estados de descomposición. Una leyenda auténtica que supera con creces la imaginativa de los guionistas de las películas gore más cruentas. Una narración que sin duda, con un poco de curiosidad que pongáis de vuestra parte, después de leer estas líneas iréis a comprobar por vosotros mismos, porque seguramente os costará asimilar que algo así sea cierto...pero lo es.
    Cuando me puse en contacto las primeras veces con los colegas investigadores de misterios nipones andaba buscando referencias de casos ovni y de fenómenos extraños, de eso hace una década, y no me defraudaron. En Asia el sabor de la leyenda y su convivencia con la muerte, su personal forma de filosofar sobre lo visible y lo intangible hace que se preste mucho interés a cualquier suceso que se catalogue como anómalo.
    Los casos documentados ovnis más arcaicos son de esas tierras y de China. Sus dioses venidos de los cielos, sus pirámides, sus fantasmas conviven con una cultura que va en la cabeza tecnológica del mundo. Y el punto es que no tienen la problemática occidental para aceptar este tipo de eventos singulares, simplemente lo admiten como parte de su paso por esta existencia.



    Si alguien mira cualquier folleto turístico de Japón lo primero que van a ver es el Fujiyama. Hermoso y helado, de ladera calmada y brillo espectacular, emblema natural del país. En su vientre cónico yace el recuerdo dormido de un volcán que rugió con bravura no hace mucho. Es la musa de los artistas del país, modelo de todos los pintores desde hace milenios. El Fuji regio y misterioso está diseminado en esencia por todas las obras literarias como referente legendario de amores imposibles, hogar de dioses y criaturas monstruosas, pero sobre todo ha quedado en el recuerdo de los nipones como lugar iniciático de los samuráis.


    Desde su último suspiro de fuego y ceniza en 1707 las capas de superstición, creencia y misticismo se le han venido poniendo encima mientras su propia forma cambiaba haciendo que del coloso Fuji surgiera un cráter hijo, que erigiéndose desde sus profundas vísceras han dado lugar a su segundo pico.
    Los Fantasmas habitan en el Fuji desde tiempos inmemoriales, las luces esféricas que de él salían dando vueltas por su cumbre y siendo vistas desde Tokio lo decidieron como lugar de encuentro con lo divino y lo extraterrestre. Dicen que su cráter es una puerta dimensional que se comunica con ciudades subterráneas donde moran criaturas que huyen de la luz solar externa.
    Por sus laderas caminaron y cabalgaron los samuráis, la élite militar del antiguo Imperio del Sol Naciente, preparando su espíritu y su cuerpo de guerreros místicos. Y allí eran donde luchaban con sus demonios y su humanidad para salir trasformados en guardianes invencibles. Los dioses los vigilaban y en ocasiones participaban en sus enseñanzas o les ponían retos físico-mentales. Su nombre Fu (Riqueza), JI (Samurai), San Montaña será siempre con sus 3.776 metros la meta de ascenso para los iniciados como para los escaladores más atrevidos de todo el orbe terrestre.



    Pero hoy nuestro viaje turístico por lo paranormal nos lleva no a su pico, si no a su ladera. Junto Al FUJISAN, donde gobierna el sosiego y la reflexión en un Japón de contrastes que se agita nervioso cada día hay un lugar intermedio, un paso de nadie. Un bosque frondoso húmedo y salvaje el AOKIGAHARA. La Muerte Antigua del héroe versus la Muerte Nueva del inadaptado.
    Aún quedan ecos de espadas y cascos de caballo en galope de los samuráis dentro del AOKIGAHARA, algún resto arqueológico que documenta fiablemente que este era su reino de conocimiento e inspiración. La leyenda decía que el bosque daba honor al que moría en su vientre, pero se refería a una cosa diferente a lo que está sucediendo con los actuales suicidas. A ellos se les pone carteles que rezan "Si te adentras en el bosque recuerda a tu familia, hijos, esposa...padre no te quites la vida".

    Pero el suicidio al contrario que en Occidente donde está determinado como una práctica deshonesta en Japón fue extendida como una restitución del honor. El “harakiri” o suicidio samurái (abrirse el vientre) era una práctica ritual en la que el inmolado se destripaba así mismo comenzando por el abdomen lado izquierdo y llegando al derecho en forma ascendente. Sólo la practicaban al principio los nobles. En general para evitar ser capturados por los enemigos logrando una victoria póstuma.  Más tarde los micados o emperadores la usaban para quitarse de en medio a nobles. Un comunicado y una rica daga ritual era enviada solicitando la muerte al noble, porque resultaba esencial para el imperio. Los sirvientes o seguidores podían acompañarlos inmolándose a su vez. Pero hoy la práctica se ha extendido tanto, así como el suicidio que está llegando a ser estudiado como un mal psicopatológico endémico de Japón. Y que sobre todo afecta a sus adolescentes barones.


 
    Y allí estaba el bosque esperando con sus abrazos milenarios a los desafortunados desambiguados e inadaptados, a los que frustrados por una vida anodina y competitiva no querían o no podían seguir entre los vivos. Árboles de gran envergadura, plantas trepadoras sigilosas, tierra húmeda como el vientre materno protector, animales salvajes que no intentan convencer al suicida que rehuya a sus intenciones autolesivas...y según la leyenda también están allí los monstruos vampiros, los robadores de alma, los seres mitológicos que nublan el pensamiento.
    Ya en tiempo de los samuráis Tokio y todo Japón tenían su propio panteón de míticos seres. Divididos en dos bloques: el primero, los Obake o que están en proceso de transformación y en ellos encontramos a las almas en pena (Yurei) y los Yokai, monstruos con poderes sobrenaturales, los Oni a caballo del cielo y el infierno atrapados en la Tierra, los Henge animales mutantes que pueden parecer humanos y cohabitar con ellos. Y en este bosque de AOKIGAHARA parecen predominar supersticiones de dos muy particulares: los Henge y los Yurei.



    Algunos japoneses vienen contando desde hace siglos que tras pasar algunas noches en el bosque, por necesidad o por motivos iniciáticos, el bosque se convierte así meramenteen la circunstacia coincidente de todos ellos. Es triste leer noticias japonesas donde se recogen los casos del bosque AOKIGAHARA, donde excursionistas con picos y palas en vez de apartar flora abren, sin querer, boquetes en cuerpos semienterrados entre el musgo. Muchos hablan de fantasmas verdes (que se explicarían por chispas detonantes del fósforo de los huesos humanos). Una espeluznante bienvenida para los incautos que sin conocer el terrorifico lema del lugar se adentren en el espeluznante espesor verde...






    Magnificas sus dos cuevas la de Hielo y la del Viento, en esta última donde se oyen voces humanas de seres no visibles que cantan antiguas canciones japonesas de cuna o gritos de guerra de viejas familias que ya están casi extintas. Voces que, en ocasiones, se acomplan generándose el espejismo auditivo o la confusión sonora de estar oyendo auténticos coros (ecofonías, ruidos de la naturaleza curiosos o mimofonías, imitaciones de sonidos que parecen otros).
    Hay quienes resaltan que del lugar emana una extraña energía perturbadora de la cordura y de los biorritmos de los visitantes. Muchos excursionistas "crónicos del lugar", como los voluntarios que recogen los cadáveres de los desafortunados suicidas, han visto mermadas sus facultades cognictivas o han sido curiosamente dañados por manos invisibles (¿?). Es cierto que el lugar posee un gran núcleo de depósitos de hierro, motivo por el cual con aparatos sensibles se puede captar esta presencia masiva del metal. Pero es incierto la leyenda de algunos paracientíficos nipones que hablaban de que los GPS y las brújulas se desorientan. Respecto a que los aparatos electromagneticos se estropean podría ser que si, pero las explicaciones pueden ser por el propio geomagnetismo del lugar y sólo suceder en metros muy concretos de bosque no en todo el Fuji.



El kilómetro de naturaleza muerta...


    No hace falta adentrarse mucho en el frondoso AOKIGAHARA para darse de bruces con el tétrico panorama de suicidas. En cualquier estadio, desde el que aún vivo está preparando su soga hasta aquel que ha pasado desapercibido para los "limpiadores de cuerpos voluntarios", que barren la zona para buscar despojos de lo que antes fueron seres vivos con vida y familia. Es curioso, sin embargo, que los que se adentran al verde lugar buscando la muerte oscura voluntaria nunca penentran más de un kilómetro. Lo que indica que en cierta manera no quieren preocupar a sus familiares dándolos por deaparecidos, si les dan el luto, pero quieren ser encontrados llorados e incinerados.



    Los japoneses son una sociedad muy especial y arcana, llena de contrastes que dificilmente podríamos entender en Occidente. Sus propias relaciones interpersonales distan mucho de ser como las imaginamos. Un patriarcado serio y milenario ejerce su poder a veces para el bien cultural y otras para el mal social. Los japoneses, aún así, se han abierto como país y se han posicionado entre las primeras potencias del mundo. La lucha por el triunfo (competitividad) y la poco trabajada felicidad individual (psicología emocional) y la falta de relaciones termina siendo un grosso problema para una juventud que se desanima en un rápido mundo que se transforma sin darles tiempo a encontrar su papel personal en el gran engranaje. Afortunadamente no es para todos, pues también depende del carácter y la personalidad del individuo, pero los jóvenes son el sector más débil y más afectado por el suicidio.
    Entre los de edad adulta el problema es aceptar un fracaso emocional o económico (vergüenza y deshonor). El consumismo convive con la tradición en un terreno que no deja de ser una isla azotada en continuo por seísmos de gran envergadura que también podrían estar afectando a los seres que lo habitan de una manera que todavía desconocemos en medicina. La muerte es aceptada por cultura como una salida limpia a otra realidad más gratificante, lo que mal asimilado ha convencido a unos jóvenes frustrados a suicidarse, a veces en colectivo y a unos adultos a huir a otros lugares invisibles más cercanos al paraíso individual.




    Los especialistas en psiquiatria y psicologia nipones e intrenacionales confirman que los suicidas eligen lugares como el bosque fantama porque así no le provocan a sus familiares unas dispensas económicas que, en muchos casos, no se pueden permitar. Y es que en Japón, las familias de los suicidas deben de pagar y correr con los gastos de rehabilitación de los lugares públicos dañados por el difunto.







Nuevos Fantasmas. Los Yurei del Bosque Maldito de AOKIGAHARA

    Si antes no los hubieran y los testimonios de los seres del bosque cercano al Fuji hubieran sido una creación de la fantasia popular, lo que no cabe duda, es que ahora los hay. Residuos de las nuevas almas que llevan allí para abandonar sus envoltorios de carne y huír con sus almas a mejores lugares, porque no han tenido fuerzas o ganas de luchar en esta. Los “recoge-cuerpos” voluntarios afirman que sus aullidos y voces de dolor surgen en la noche, por eso no hacen turnos una vez caida la luz del día. Temerosos de encontrarse con las almas en pena que en su trauma vital sienten soledad o están arrepentidos de haberse quitado la vida y parecen querer compañía.




Los voluntarios confirman con sus latidos acelerados de corazón asustado que allí hay presencias, que se notan, que se sienten y, a veces les tocan. Así lo han confirmado para varios medios de comunicación que han registrado el curioso caso del “bosque de los suicidas”.



No sabemos si serán reales, si lo fueron o terminarán siendo generados por los curiosos e investigadors que se acercan allí para contactar en sesiones espiritas con estas almas presuntamente errantes, pero no tenemos duda de que estos voluntarios merecen nuestro respto dedicandose a dar paz , al menos a los cuerpos que sus dueños abandonaron entre los ramales y piedras del lúgubre enclave en las inmediaciones del Fujiyama…